jueves, 15 de febrero de 2018

los Movimientos y la Enseñanza de Gurdjieff







“Detrás del movimiento visible hay otro movimiento; uno que no puede ser visto, que es muy fuerte y del que depende el movimiento externo. Si este movimiento no fuera tan fuerte, el externo no tendría ninguna acción.      Jeanne de Salzmann





George Gurdjieff nació a finales del siglo XIX en Armenia,  su principal obra fue dar a conocer y transmitir las enseñanzas del Cuarto Camino en el mundo occidental. Una personalidad misteriosa y carismática, con un agudo sentido crítico, y una elevada cultura tradicional, acaparó la atención de muchos, guiándolos hacia una posible evolución espiritual y humanitaria.

Si tal como dicen las grandes tradiciones espirituales, el papel de los seres humanos en este planeta es hacer de puente entre el cielo y la tierra de forma que las energías de arriba impregnen y hagan su trabajo en la Tierra y si, para poder servir a este gran propósito, las personas necesitamos desarrollar una atención consciente, los Movimientos y la Enseñanza de Gurdjieff son una vía directa hacia la armonización cósmica.

Los Movimientos son una herramienta fundamental en esta enseñanza hacia el despertar, la apertura a una energía superior utilizando el cuerpo como un instrumento, un enlace a la apertura de esa inteligencia. El cuerpo humano ha sido considerado por las tradiciones espirituales un obstáculo en el desarrollo del despertar, un lugar de esclavitud, un traje que se desecha en la muerte. Pero el cuerpo puede ser rehabilitado para un desarrollo armónico en el ser humano.





Le debemos este brillante método de auto ayuda en el mundo occidental al místico Armenio llamado Georges Ivanovitch Gurdjieff. Gurdjieff era un hombre notable que inspiró a muchos de los investigadores contemporáneos en Europa y en Estados Unidos, como Ouspenski, Thomas de Hartman, Jeanne de Salzmann, Feldenkreis, Alexander, Grotovsky, Louis Pauwels, J.G.Bennett, Rodney Collin, Osho y muchos otros.



Todos estos buscadores han tenido un impacto significativo en sus épocas, así como Gurdjieff, el gran maestro quien sabía como provocar la expansión de su potencial y el florecimiento de su creatividad.




Gurdjieff vivió de 1870 a 1949. Después de haber sido entrenado para ser un religioso y doctor, sintió una gran desilusión acerca de las respuestas de la ciencia y la religión ofrecidas a su cuestionamiento existencial. Gurdjieff pasó años viajando por Asia y el Medio Oriente en busca las enseñanzas secretas de los sabios. Buscó la llave para entender el significado de la condición humana, nuestro lugar en el universo, la existencia del alma y su relación con el cuerpo, la realidad de la muerte, de la vida y su potencial de eternidad – lo que el llamo ‘el conocimiento del Ser’.

El descubrió las danzas / movimientos sagrados en una “escuela misteriosa”, escondida en las remotas montañas de Turquía. Lo que descubrió fue un lenguaje del cuerpo, una especie de alfabeto alternativo que pone en relación los tres niveles del cuerpo (físico, emocional e intelectual) para alcanzar la esencia (el alma) y estar disponible a una energía universal superior.



Gurdjieff fundó su primera escuela en Rusia y fue forzado a salir durante la Gran Revolución. Esto lo llevó a viajar a través del continente Europeo a Francia, donde abrió su centro en Fontainebleau, cerca de París: “Le Prieuré”. Gente de todo el mundo viajó al centro para ser iniciado en procesos muy especiales del despertar en los cuales todo se utilizaba para ayudar al desarrollo personal.


Las danzas sagradas tenían un lugar muy importante en el método de Gurdjieff. El decía que nos movemos y danzamos de la misma manera en la que vivimos.


Aprender los movimientos sagrados nos obliga a confrontar la realidad de quienes somos como producto de la sociedad, de la época, de una cierta educación y de los hábitos que hemos adquirido a través de una vida sin mucha conciencia.


Todos los dolores emocionales y psicológicos de nuestras vidas han sido cristalizados en nuestro cuerpo. A través del movimiento, permitimos que un trabajo de re-educación se lleve a cabo, para tirar las paredes de la prisión en la cual nos hemos encerrado nosotros mismos, generalmente sin siquiera saberlo.

Los efectos de practicar los movimientos pueden ser sentidos en todos los niveles mientras nuestro cuerpo se abre y nuestra conciencia se desarrolla.

Inspirado en las danzas tradicionales en las cuales él había sido iniciado, Gurdjieff mismo creó cientos de danzas, siempre basándose en la observación y descubrimientos hechos a través de trabajo constante y apasionado con sus estudiantes.

Gurdjieff y el músico Thomas de Hartmann crearon piezas musicales con la misma frecuencia que los movimientos sagrados, los cuales se acompañaban perfectamente. Las piezas que acompañan las danzas sagradas apoyan el esfuerzo y elevan a los danzantes. En cuanto al arte sagrado, las canciones son sobrias y bellas, y contienen la esencia de la inspiración pura la cual es muy cercana al silencio.

Las danzas o movimientos sagrados no son un arte de presentaciones.

Los movimientos son más un estuche de herramientas que ayudan en el proceso planteado para aprenderlas y practicarlas. Es esencialmente un método para llegar a conocernos y para eventualmente ser liberados de los límites de nuestro ego. La meta no es entonces el movimiento en sí.

Las danzas demandan una presencia total que nos ubica directamente enfrente de nosotros mismos… y de nuevas y posibles soluciones para vivir nuestra vida en una forma más armoniosa y total.

‘¿Quién soy yo?’ Es el antecedente de cada movimiento, de cada instante.

La experiencia de los movimientos sagrados es una estrategia para desarrollar la presencia, para reconectar la mente al cuerpo, generalmente fragmentada por nuestra forma de vida ‘mitad-dormidos’ con hábitos de comportamiento mecánicos dictados por todos los pequeños ‘yo’ con los cuales nos identificamos. Esto es lo que Gurdjieff llama nuestras prisiones. La calidad de la energía en nuestras prisiones es suficiente para vivir, pero muy baja, mucho más baja que el potencial real de un ser humano completo.

Por naturaleza, el movimiento energético sube y baja, nunca se mantiene neutral. Si estamos inconscientes, nos baja, hacia los menos evolucionados: inercia, tensiones, flojera, etc.

El resultado es la sensación de nunca estar completamente satisfecho en la vida, lo cual es entendible, ya que hay muchísima energía faltante. El cuerpo no tiene acceso al alma – es como si la Tierra no tiene un Cielo.

Entonces, quienquiera que seamos, debemos salir de la neblina de la inconciencia y desarrollar nuestra habilidad para estar centrados, totalmente presentes y convertirnos en seres concientes.

Las danzas nos permiten un campo de exploración para confrontar las fricciones que nos mantienen encerrados en la mediocridad: nuestras creencias y proyecciones acerca de nosotros mismos y de otros, nuestro miedo de no ser lo suficientemente buenos, o de no ser capaz de hacer algo, nuestro hábito de abandono tan pronto un esfuerzo es requerido, nuestras tensiones, nuestra falta de coordinación ó de ritmo, nuestras dificultades de entendimiento y comprensión, nuestra pobre memoria, nuestra falta de definición individual ó colectiva, etc. Todo esto cae en el proceso del despertar. Poco a poco, las soluciones aparecen a través del esfuerzo, la relajación se establece y la gracia encuentra su camino.Todo este trabajo interior se realiza dentro del silencio de los movimientos, no en el análisis y la discusión.




La observación es la llave


y nuestro amor por nosotros mismos es el ingrediente básico.

Jeanne de Salzmann, quien era muy cercana a Gurdjieff hasta su muerte en 1949, maravillosamente continuó su trabajo hasta la edad de 101 años. Acerca de los movimientos sagrados ella dice:


“En los movimientos, lo más importante no son las posiciones sino el impulso,


la energía que fluye de una posición a otra.


Y nadie puede enseñar eso. Ustedes tienen que descubrirlo dentro de ustedes mismos.”


“La verdad de lo que soy puede estar percibiendo solo desde una energía más fina, una inteligencia en yo mismo que puede ver. Eso exija una relación precisa entre mi manera habitual de pensar y eso que estoy vendo.


Uno debe obedecer al otro sino, voy a perderme en la substancia del pensamiento.


No se puede estar una contradicción en yo mismo, no importa como pequeña esta.


Si no, yo no puedo ver.


Una contradicción significa de un lado, una necesitad de saber quién soy yo y del otro, una cabeza que funciona sola, por sí mismo; una emoción que funciona sola, por sí mismo; y tensiones que me cortan de mis sensaciones.


Cuando me veo perdido en la oscuridad siento que necesito claridad, necesito una visión. Percibo la necesidad de ver, cual es un sentido totalmente diferente que el deseo de cambiar porque ayer me sentí en un estado más cómodo.


Entonces, poco a poco, las tensiones del cuerpo empiezan a soltar de su mismo. La mente puede ver sin buscar por un resultado y el cuerpo se abre a una calidad diferente.


La energía liberase y una realidad interior aparece. No hay no más contradicción. Veo, solo eso…solo estoy vendo.

Observar sin contradicción es como seguir un corriente de agua rápida, un torrente ardiente, con anticipación por cada movimiento del agua que está en movimiento de un ojo, y mirando cada pequeña ola con el otro. No hay tiempo para pensar, para comentar o juzgar. No hay no más pensamiento. La mente empieza a estar tranquila y sensible – muy activa pero tranquila. Veo sin distorsión.


Una observación silenciosa da luz a la comprensión pero esta verdad se debe


estar vista – percibida.


El orden nace del desorden.


Estar en desorden y, en el mismo tiempo, presente al desorden da el conocimiento de una otra posibilidad, otro orden de la cosas; entonces, hay una posibilidad diferente.”

Este método es perfecto para aquellos que lo desean, para los que tienen determinación. La dificultad no es tanto en un nivel físico, porque los movimientos son relativamente sencillos y los aprendemos desde el principio, progresando conforme sucede la integración. Desarrollamos nuestras capacidades cerebrales practicando la atención dividida, un camino para dominar la mente más que ser dominado por ella y dándole una expansión creativa.

En muchas ocasiones utilizamos esta ‘atención dividida’ en nuestras vidas, generalmente inconscientemente, como cuando manejamos un carro, por ejemplo. Mientras este tipo de función se mantenga mecánica, nos ubica fuera de nosotros mismos y nos deja fragmentados. Esto es lo que crea el estrés, dispersión, falta de concentración e inquietud en general: un bajo nivel de vitalidad.

Debido a su geometría precisa y ritmo poco común, los movimientos nos regresan constantemente al aquí y el ahora. Rompemos el patrón mecánico de lenguaje corporal, personal y limitado, al volvernos disponibles a un nuevo vocabulario, físico y energético.


Cuando buscamos un estado de atención sin tensión, una colaboración cercana es necesaria entre nuestros cuerpos físico, emocional e intelectual.

Algunas veces, después de un intenso esfuerzo, surge un momento de presencia que nos conecta a lo que es esencial. Momento de iniciación, momento de gracia que nos afecta para siempre. En cada movimiento, en cada medida, este es el momento que invitamos, para entrar en contacto con lo que todos buscamos con mayor ó menor conciencia, la dimensión de lo sagrado; para que esta dimensión se vuelva presente como una cualidad básica en cada día de nuestras vidas.


En el hombre, como en el universo, todo esta en movimiento. Nada está quieto o permanece lo mismo. Nada dura por siempre o acaba completamente. Todo lo que vive, evoluciona o declina en un incesante movimiento de energía. Las leyes subyacentes de este proceso universal eran conocidas por las ciencias de la antigüedad, las cuales asignaban al hombre su lugar apropiado en el orden cósmico. De acuerdo a Gurdjieff, las danzas sagradas, transmitidas durante siglos, incorporaban los principios de este conocimiento, al cual se podía acceder de un modo directo y dinámico.



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